Honrarás a tu padre y a tu madre

Cuarto mandamiento de la Iglesia Católica, el cual recién entiendo después de haber atravesado la jungla, a mis 30 años. Tengo que confesar que en el inicio de mi camino de autoconocimiento he culpado incansablemente a mis padres en terapia de todos mis traumas, males, miedos, angustias y ansiedades. Hoy reconozco que no tengo nada que exigirles, que ellos me dieron todo lo que han podido darme, por lo cual estoy eternamente agradecida. Para “cruzar el río” hacia la otra orilla tuve que entender que yo soy responsable de lo que me ha tocado y está en mí hacerme cargo de ello. Colocarnos como víctimas de nuestros padres (o cualquier situación) es más fácil y más cómodo. Esa posición sin embargo nos impide evolucionar. Mis padres son perfectamente imperfectos para mí y son mis principales maestros. Son ellos los que antes de llegar a la tierra escogí, los que me han dado el regalo más amoroso que existe: poder ingresar a este planeta a VIVIR. De ellos recibí amor incondicional. He aprendido de sus éxitos y sus fracasos. De mi madre heredé su ser poeta, su amor por las matemáticas, por los idiomas, por el francés, esa capacidad de vivir en dos o más lugares al mismo tiempo. París, Lima, India, da igual. A ellos siempre podemos con el alma viajar. Me inculcó principios claros y me educó bien. De mi padre heredé su ser salvaje, su amor al arte, su pasión por escribir y compartir. De ambos recibí profundidad, ellos me entienden y eso lo valoro muchísimo. Desde que tengo uso de razón creyeron en mí haciéndome sentir que la libertad no tiene precio y que el cielo es el límite. Ellos se separaron cuando yo era chica y aún así, a través de los años, han logrado permanecer como buenos amigos. Los amo profundamente y con estas líneas quiero honrar sus vidas, todo lo que me han dado: lo bueno, lo “malo”, la luz y la oscuridad. Todo lo vivido con ellos me ha llevado a ser la persona que soy hoy. No cambiaría NADA en mi historia porque la vida siempre tiene razón, porque las dificultades han sido mis grandes maestras y sin ellas no hubiera podido crecer. Gracias papá y mamá. Ambos son mis héroes, cada uno a su estilo. Dos seres antagónicos y al mismo tiempo, parecidos. Porque comparten esa nobleza y corazón gigante que tanto admiro. Los quiero mucho.
P.D: Esta foto es un recorte de una revista, el día que se casaron. Si bien hoy en día mi padre está felizmente casado y mi madre es viuda, con el respeto que esos compromisos merecen, quiero honrar su unión, porque de ella nació mi querida hermana Alejandra y yo. Todo matrimonio que “no funcionó”, si existió, por un bien mayor llegó. Finalmente todo camino nos lleva al amor.